El fin de los libros clásicos
Por: Christian Nonato
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Artista: Crist. Tomado de http://cosmoscrist.blogspot.mx/2011/05/don-quijote.html |
En un número anterior plantee un poco lo que entiendo por una autor o
un libro clásico. Lo remoto del tema lo hace a mi parecer algo
obsoleto, porque nuestro tiempo ya tiene a sus clásicos de todos los
tiempos.
No me interesa definir un libro clásico, sino el papel
que tiene en comparación con otros libros que no pudieron por una u
otra razón entrar en la lista de los clásicos. Hay una formula muy
sencilla que dice que un libro clásico es aquel que, se sigue leyendo
con devoción a pesar del tiempo. Eso puedo variar en cada época y hay
libros que ayer fueron clásicos y que ahora ya no lo son, y los que lo
son dejarán de serlo mañana. Sin embargo, existen algunas excepciones.
La Ilíada, La Divina Comedia, El Quijote, etc., se siguen leyendo hoy
con cierto gusto adquirido, ya sea por la barrera histórica o bien, por
el giro estético que se gestó iniciando el siglo XX. Cada vez se está
haciendo menos frecuente en el común de los lectores leer no sólo
textos clásicos, sino textos antiguos. Y a texto antiguo me refiero del
Siglo XIX hacia atrás. No es necesario irse al renacimiento, la edad
media o la antigüedad. Como todo hay sus excepciones, pero son muy
pocas.
Creo saber la razón de esto, porque últimamente no sólo
se da en los simples lectores, sino también entre los que aspiran a
escritores. Quisiera transcribir unos párrafos de un escritor que no
tiene nada de especial, pero que, sin embargo, tiene una teoría bastante
interesante sobre las influencias que ejercen los autores sobre otros
autores. Me servirá para ilustrar la razón por la que hoy ya no se
quiere leer por placer, sino para tener influencias. Cosa que dije en un
ensayo pasado:
“No me gusta hablar de la influencias.
En cada época, por lo general son las mismas. Yo trato de ignorar a los
grandes maestros de todos los tiempos y a aquellos que, sin ser tan
grandes, me han impresionado profundamente. Antes de que se me acuse de
querer ser original, diré que es todo lo contrario. Me considero un
plagiador, pero un plagiador que enmienda los errores de quienes no me
han impactado tanto.
“Si me pongo a imitar o, incluso, a tratar
de superar a mis autores admirados, siempre estaré muy por debajo de
ellos, sin importar cuanto me esfuerce, nunca cumpliría el objetivo.
Pero si tomo a un autor mediano y escribo una variación, en el sentido
musical, de algún poema suyo, es más seguro que tenga buenos resultados.
Me siento capaz de mejorar lo que otro hizo al punto de hacerlo mío.
“Claro que son más los autores que no me gustan que los que sí me
gustan. Dicho lo anterior, pareciese que tengo mucho de donde elegir,
pero no es así. No elijo autores que no tienen nada que ofrecer, hay
autores de todas las épocas que carecen de toda importancia. Me refiero,
más bien, a esos autores cuya obra estuvo a punto de afectarme; que me
dejó en suspenso; que me creó muchas expectativas y finalmente dejan
mucho que desear. Muchos de los cuentos más famosos de Poe tienen esos
defectos y se les ha sacado mucho, he incluso otros autores han
mejorado muchas cosas del mismo Poe. En cambio creo que nadie podría
agregar ni cambiar una sola palabra a algunas obras de Cervantes,
Dostoievski o Jean Genet.
“Supongo que el arte se ha agotado,
porque se sigue retomando a quienes admiramos, pero resulta que muchas
veces esos autores son los mismos en una época, por lo que sólo nos
convierte en simples imitadores.
“Alfred Jarry era un genio,
pero ninguno de los que pertenecieron al colegio de patafísica
(seguidores de Jarry) lo fueron. Hicieron cosas geniales, sí, pero
porque seguían imitando al maestro.
“¿Qué sucede, entonces,
cuando no hay ninguno de estos grandes hombres dedicados a hacer arte?
Sólo dos cosas: o se sigue tratando de sacar algo de lo viejo o lo
trillado o, bien, se empieza a atribuir talento y genio en lo nuevo y en
donde no lo hay.
“Yo propongo una tercera opción: dejarnos de
ese prurito de originalidad y recuperar a los no tan grandes, no para
enaltecerlos, ni para convertirlos en lecturas obligatorias, algunos ya
los son, sino para explotarlo. Hay que dejar que cada quien encuentre a
su autor.
Sólo como un caso hipotético, alguno de los que no les
gusto el Quijote o los hermanos Karamazov, y por ende no trató siquiera
de tomar influencia de ellos, pudo si hubiera encontrado las
suficientes fallas,( porque encontrar fallas implica poder mejorarlas)
mejorar los textos ¿Qué habría pasado si Nabokov, al que desagradaban
las dos obras citadas, hubiera escrito una variación de cada una? No se
descarta la posibilidad de que hubiera escrito obras aún más
grandes (no precisamente en extensión), pero decir eso depende más del
gusto del espectador que del talento del autor. La idea ya la ha dado
Harold Bloom en “La angustia de las influencias”. De los grandes ya sólo
podemos tomar temas, más no estilos, ni formas, ni inspiración. De lo
que estoy seguro es que, hubieran sido obras maestras contemporáneas,
pero la vanidad nos hace tomar riesgos innecesarios, cuando todo lo que
importa es la belleza. Y así, el arte se convierte en un deporte para
llenar el ego.
“Los que leen ya no quieren ser simples lectores,
ya no se dejan llevar por lo que otros hacen. De inmediato, quieren
hacer lo suyo, sólo por un capricho, sólo para demostrar que ellos
también pueden. Pero esto sólo se debe a que, leen cosas que no les
cuestan trabajo y si les cuestan, no encuentran la complejidad, por eso
encontramos poemas en blanco o en negro o de todos los colores.”
El
texto continúa todavía con las afectaciones del autor. No vale la pena
seguir, puesto que con esto podemos ver claramente que es un tipo
bastante ignorante y cree ser mejor escritor de lo que es. Sus
afirmaciones son rotundas, como esa de llamar a los miembros del colegio
de Patafísica imitadores de Jarry, sabiendo o ignorando que, a él
pertenecieron hombres como Boris Vian y Raymond Queneau. Y aunque no
superaron en su propio terreno al padre de la Patafísica (ciencia de
las soluciones imaginarias), si lo hicieron en otros.
No me
queda duda de que el autor acierta cuando nos dice la razón por la que
uno ya no lee por devoción, sino para obtener algo y reutilizarlo. No
estoy de acuerdo en que haya que mejorar lo que no nos gusta de otros
autores para hacer nuestra esa mejora, y tampoco creo en la
originalidad. No sé cómo se escribe. No soy escritor.
No
planeaba hablar de los libros clásicos en esta ocasión tampoco, sino
mostrar la teoría de las influencias de este autor que, sin duda, es
curiosa y, quizá, alguien llegue a tomarla en cuenta algún día, porque
presagia el fin de los libros clásicos, y no tanto por su caprichosa
teoría. Tengo la ligera sospecha de que lo que dice es una obviedad. El
hombre encuentra errores donde no los hay e intenta corregirlos. La
historia es la corrección de lo incorregible.
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