El fin de los libros clásicos

Por: Christian Nonato 

En un número anterior plantee un poco lo que entiendo por una autor o un libro clásico. Lo remoto del tema lo hace a mi parecer algo obsoleto, porque nuestro tiempo ya tiene a sus clásicos de todos los tiempos.

No me interesa definir un libro clásico, sino el papel que tiene en comparación con otros libros que no pudieron por una u otra razón entrar en la lista de los clásicos. Hay una formula muy sencilla que dice que un libro clásico es aquel que, se sigue leyendo con devoción a pesar del tiempo. Eso puedo variar en cada época y hay libros que ayer fueron clásicos y que ahora ya no lo son, y los que lo son dejarán de serlo mañana. Sin embargo, existen algunas excepciones. La Ilíada, La Divina Comedia, El Quijote, etc., se siguen leyendo hoy con cierto gusto adquirido, ya sea por la barrera histórica o bien, por el giro estético que se gestó iniciando el siglo XX. Cada vez se está haciendo menos frecuente en el común de los lectores leer no sólo textos clásicos, sino textos antiguos. Y a texto antiguo me refiero del Siglo XIX hacia atrás. No es necesario irse al renacimiento, la edad media o la antigüedad. Como todo hay sus excepciones, pero son muy pocas.


Creo saber la razón de esto, porque últimamente no sólo se da en los simples lectores, sino también entre los que aspiran a escritores. Quisiera transcribir unos párrafos de un escritor que no tiene nada de especial, pero que, sin embargo, tiene una teoría bastante interesante sobre las influencias que ejercen los autores sobre otros autores. Me servirá para ilustrar la razón por la que hoy ya no se quiere leer por placer, sino para tener influencias. Cosa que dije en un ensayo pasado:

“No me gusta hablar de la influencias. En cada época, por lo general son las mismas. Yo trato de ignorar a los grandes maestros de todos los tiempos y a aquellos que, sin ser tan grandes, me han impresionado profundamente. Antes de que se me acuse de querer ser original, diré que es todo lo contrario. Me considero un plagiador, pero un plagiador que enmienda los errores de quienes no me han impactado tanto.

“Si me pongo a imitar o, incluso, a tratar de superar a mis autores admirados, siempre estaré muy por debajo de ellos, sin importar cuanto me esfuerce, nunca cumpliría el objetivo. Pero si tomo a un autor mediano y escribo una variación, en el sentido musical, de algún poema suyo, es más seguro que tenga buenos resultados. Me siento capaz de mejorar lo que otro hizo al punto de hacerlo mío.

“Claro que son más los autores que no me gustan que los que sí me gustan. Dicho lo anterior, pareciese que tengo mucho de donde elegir, pero no es así. No elijo autores que no tienen nada que ofrecer, hay autores de todas las épocas que carecen de toda importancia. Me refiero, más bien, a esos autores cuya obra estuvo a punto de afectarme; que me dejó en suspenso; que me creó muchas expectativas y finalmente dejan mucho que desear. Muchos de los cuentos más famosos de Poe tienen esos defectos y se les ha sacado mucho, he incluso otros autores han mejorado muchas cosas del mismo Poe. En cambio creo que nadie podría agregar ni cambiar una sola palabra a algunas obras de Cervantes, Dostoievski o Jean Genet.

“Supongo que el arte se ha agotado, porque se sigue retomando a quienes admiramos, pero resulta que muchas veces esos autores son los mismos en una época, por lo que sólo nos convierte en simples imitadores.

 “Alfred Jarry era un genio, pero ninguno de los que pertenecieron al colegio de patafísica (seguidores de Jarry) lo fueron. Hicieron cosas geniales, sí, pero porque seguían imitando al maestro.

“¿Qué sucede, entonces, cuando no hay ninguno de estos grandes hombres dedicados a hacer arte? Sólo dos cosas: o se sigue tratando de sacar algo de lo viejo o lo trillado o, bien, se empieza a atribuir talento y genio en lo nuevo y en donde no lo hay.

“Yo propongo una tercera opción: dejarnos de ese prurito de originalidad y recuperar a los no tan grandes, no para enaltecerlos, ni para convertirlos en lecturas obligatorias, algunos ya los son, sino para explotarlo. Hay que dejar que cada quien encuentre a su autor.

Sólo como un caso hipotético, alguno de los que no les gusto el Quijote o los hermanos Karamazov, y por ende no trató siquiera de tomar influencia de ellos, pudo si hubiera encontrado las suficientes fallas,( porque encontrar fallas implica poder mejorarlas) mejorar los textos ¿Qué habría pasado si Nabokov, al que desagradaban las dos obras citadas, hubiera escrito una variación de cada una? No se descarta la posibilidad de que hubiera escrito obras aún más grandes (no precisamente en extensión), pero decir eso depende más del gusto del espectador que del talento del autor. La idea ya la ha dado Harold Bloom en “La angustia de las influencias”. De los grandes ya sólo podemos tomar temas, más no estilos, ni formas, ni inspiración. De lo que estoy seguro es que, hubieran sido obras maestras contemporáneas, pero la vanidad nos hace tomar riesgos innecesarios, cuando todo lo que importa es la belleza. Y así, el arte se convierte en un deporte para llenar el ego.

“Los que leen ya no quieren ser simples lectores, ya no se dejan llevar por lo que otros hacen. De inmediato, quieren hacer lo suyo, sólo por un capricho, sólo para demostrar que ellos también pueden. Pero esto sólo se debe a que, leen cosas que no les cuestan trabajo y si les cuestan, no encuentran la complejidad, por eso encontramos poemas en blanco o en negro o de todos los colores.”

El texto continúa todavía con las afectaciones del autor. No vale la pena seguir, puesto que con esto podemos ver claramente que es un tipo bastante ignorante y cree ser mejor escritor de lo que es. Sus afirmaciones son rotundas, como esa de llamar a los miembros del colegio de Patafísica imitadores de Jarry, sabiendo o ignorando que, a él pertenecieron hombres como Boris Vian y Raymond Queneau. Y aunque no superaron en su propio terreno al padre de la Patafísica (ciencia de las soluciones imaginarias), si lo hicieron en otros.

 No me queda duda de que el autor acierta cuando nos dice la razón por la que uno ya no lee por devoción, sino para obtener algo y reutilizarlo. No estoy de acuerdo en que haya que mejorar lo que no nos gusta de otros autores para hacer nuestra esa mejora, y tampoco creo en la originalidad. No sé cómo se escribe. No soy escritor.

No planeaba hablar de los libros clásicos en esta ocasión tampoco, sino mostrar la teoría de las influencias de este autor que, sin duda, es curiosa y, quizá, alguien llegue a tomarla en cuenta algún día, porque presagia el fin de los libros clásicos, y no tanto por su caprichosa teoría. Tengo la ligera sospecha de que lo que dice es una obviedad. El hombre encuentra errores donde no los hay e intenta corregirlos. La historia es la corrección de lo incorregible.

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