¿Conoces cómo conoces? Notas para una explicación de las explicaciones
Autor: Inti Hernández Reyes
[…] sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.
J.L. Borges, El Aleph
Quizás
a algunos parezca obvio lo que esbozo en este comentario; de ellos
espero que lo tomen como un recordatorio. Me animaré, sin embargo, a
platicar con cualquiera que quiera escuchar.
Últimamente
he pensado que la explicación, esta importante actividad humana,
engloba variados discursos sobre el mundo, algunos con ánimo
"universal", otros más modestos y limitados a una parte de él. Entre
tales explicaciones me llaman especialmente la atención la explicación
científica y la mitológica.
Pienso
que puede realizarse una descripción general de las características de
tales explicaciones, a fin de comprender el modo en que obtenemos
conocimiento del mundo. Lejos de entrar a una sesuda discusión sobre los
criterios del conocimiento verdadero, querría estudiar las diferentes
concepciones del mundo, en su expresión lingüística.
Una
característica sobresaliente de los discursos sobre el mundo es que
adquieren forma de relato. Otra, es que intentan darnos a conocer un
aspecto, un fenómeno, algunas causas de lo que hay o sucede en el mundo.
De acuerdo a este objetivo, las explicaciones podrían converger, o
tocarse en algún punto. Particularmente interesante se mostraría la
intersección de la explicación científica con la mitológica. Con esta
última quiero aludir a la trama de enunciados que integran una visión
"mágica" del mundo.
Sentado
sosegadamente frente al mundo (suma de objetos, de fenómenos, de
relaciones entre "objetos"), me parece que se mueven las –¿mis?–
explicaciones como tratando de embonar; noto una peculiar elaboración
del pensamiento cuando intenta dar cuenta de la realidad. En este punto,
el rigor nos hace revisar nuestras enunciaciones en sus componentes más
básicos: ¿qué quiere decir "naturaleza" cuando emites: "¿cuál es la
naturaleza de la realidad?", ¿qué significa "realidad"?
Y
la sospecha nos lleva a suspender el juego del lenguaje para ver si la
intuición (¿otra fábula?) nos dice algo acerca del mundo, ¡sin palabras!
Detenido el discurso (el discurrir y el decir), se ofrece a la mente,
por decirlo así, la estructura (una de ellas) de nuestro pensamiento
explicativo: puede formularse como un sistema de discursos que se
superponen (tienen puntos en común) o se excluyen.
De
lo anterior se sigue que estamos viendo el asunto desde un punto de
vista "exterior" (aunque, probablemente, nada sea exterior al lenguaje o
al pensamiento); y, claro, éste puede a su vez ser subsumido en otro
punto de vista externo a él (dirían los lógicos, de segundo o tercer
orden, etc.).
En
esto, la descripción de la explicación procede como un metadiscurso
acerca de los discursos explicativos, por lo que puede realizarse desde
la lógica o desde la teoría literaria. Me inclinaría por usar la primera
aprovechando herramientas de la segunda (al caracterizar los discursos
como relatos, por ejemplo).
Así,
preferiría un esquema de lo que hacemos al preguntar por los múltiples
tipos de explicación, modelándolo como un universo discursivo que
contiene clases de discurso explicativo:
y
emprendería el camino de estudiar las características de cada uno.
Luego podemos volver al esquema, por ejemplo, preguntando: ¿en qué se
parece el discurso mitológico sobre el mundo con el discurso científico?
(intersección de M y C), o ¿en qué se parece el discurso científico con
el religioso?
Naturalmente,
esto nos llevará a fecundas revisiones de cada clase de explicación,
incluso aplicando los métodos de análisis de una a otra.
Por
ejemplo, la explicación científica apela a la evidencia, y puede
caracterizarse como un sistema de enunciados con funciones diferentes:
hipótesis centrales, hipótesis auxiliares, condiciones de partida, etc.
Se presume que cada elemento (cada conjunto de enunciados) tiene una
relación "orgánica" (equilibrada, relevante, adecuada, etc.) con los
otros, de manera que, idealmente, una teoría tienda a la coherencia.
Pero un vistazo basta para darse cuenta de que el lenguaje usado en esta
descripción general es por lo menos metafórico, figurado, y corre el
riesgo de dotar de vida a los objetos (conceptos, conjuntos de
enunciados) de los que habla. No hay teorías "orgánicas", "orgánico" es
el nombre de un adjetivo que remite a un "concepto", etc. Crítica del
lenguaje científico.
Por
otro lado, es bien sabido que preguntar por la naturaleza de la
evidencia es embarcarse en una serie de distinciones epistemológicas que
nos conducirán, de nuevo, a la antigua disputa metafísica entre el
idealismo y el realismo (Toscamente -¿bárbaramente?- formulada esta
cuestión: ¿están los objetos y sus propiedades "adentro" o "afuera" del
sujeto?).
Y
se puede preguntar, en tono filosófico (científico): ¿qué evidencia
tengo de que el mundo es como mi inclinación religiosa o mística me
indican? O, propiamente: ¿poseo las herramientas adecuadas para
sustentar que mi visión científica del mundo es correcta? Tal vez ella
misma sea fragmentaria o desarticulada, como creo que es en general el
conjunto de lo que tomamos por Explicación del mundo.
Operación
similar puede hacerse sobre los enunciados del discurso religioso, o
sobre el mitológico, para enseguida preguntar: ¿en qué se parecen uno al
otro? Y, siguiendo la analogía con las teorías científicas, al jalar de
un hilo discursivo religioso (tesis), puede encontrarse una trama de
asunciones (trasfondo teórico) y, probablemente, una jugosa cantidad de
enunciados auxiliares que intentan llenar huecos o articular
explicaciones particulares en una explicación general.
Interesante
cuestión la de estudiar cómo el objetivo de una explicación (de
cualquier tipo) impone forma, estructura, funciones, a su conjunto de
enunciados. Menudo problema es ofrecer una explicación coherente y libre
de contradicciones (para todo ámbito del discurrir humano).
Entre
las semejanzas, decíamos al principio, está el tener forma de relato.
Una explicación se articula en el –algún- tiempo. Primero pasa o pasó
esto, luego ("en consecuencia", "por esta causa…", etc.) pasa esto otro,
y después pasará -predicción, ¿profecía?- aquello. Las hay
fragmentarias (descripción del metabolismo, de la fotosíntesis, etc.),
las hay más ambiciosas: explicación de los orígenes del universo.
Sé
que voy a ser de nuevo un bárbaro, pero permítanme jugar un poco,
abstrayendo algunos rasgos (caricaturizando) de dos tipos de relato o
explicación en este asunto. La idea es criticar un poco la explicación
promedio que elaboramos sobre el mundo. Me ha parecido siempre que el
relato de la partícula super condensada que "originó" el universo es
equivalente en poder persuasivo al "En el principio nada era" del relato
creacionista (Por ejemplo, véase el cariz narrativo de una
explicación popular: "el universo estaba en un estado de muy alta
densidad y luego se expandió […] Después de la expansión inicial, el
universo se enfrió lo suficiente para permitir la formación de las
partículas subatómicas y más tarde simples átomos. Nubes gigantes de
estos elementos primordiales más tarde se unieron [!] a través de la
gravedad para formar estrellas y galaxias. ("Big Bang", Wikipedia)). Aquí,
la metafísica extiende su inevitable sombra sobre el asunto: el Ser y
el No-Ser ingresan para nuestra perplejidad. Siempre que queramos
explicar los Orígenes, fabularemos.
Bueno,
digamos -mezclando los modos de desarrollar relatos- que en el
principio había una partícula super condensada (para más color, digamos
Partícula primigenia super condensada): ¿qué había antes?, ¿nada?
Avancemos: la evidencia tal y tal demuestra que el universo se expande a
partir de un foco u origen; que esto y aquello; por tanto, el universo
proviene de una partícula super condensada que estalló (hizo un Gran
Bang; o, en castellano, crujió muy fuerte). Póngase ahora el lector un
poco místico y verá que se fabrica pronto aquello de: si se expande…
(silencio atudidor), entonces… ¡en algún momento se contraerá!; y ya
tenemos sístole y diástole universal, respiración y expiración de Dios,
involución del tiempo, etc.
Bueno,
sólo quería jugar un poco a ensayar cómo se pueden traslapar los
lenguajes, los esquemas explicativos; a encontrar parecidos de familia
en las explicaciones del mundo. Me gustaría con ello poner un
recordatorio en el tablero de corcho para futuras indagaciones de las
que ya anticipo el fragante título; por ejemplo: Rasgos fabulatorios en
el discurso científico (fabular es inventar, proceder imprescindible en
el saber humano), Rasgos científicos en el discurso religioso
(coherencia, método, etc.), Campos de aplicación de la explicación
mitológica, etc. Me gusta pensar que cada explicación intenta modelar,
comprender, comunicar un aspecto del mundo. A veces, tal aspecto es
exterior y lejano (astrofísica), a veces, subjetivo (mitología). Tal
vez, la cosa es saber jugar con ellas para aplicarlas al "objeto"
adecuado. Parte del juego es saber que pueden ser provisionales,
parciales, incompletas. Si nota el querido lector que su lente
(explicación, teoría) distorsiona su visión, puede que esté aplicando el
incorrecto. Juegue a armar las piezas del rompecabezas: obtenga un
panorama general del discurrir explicativo humano.
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